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14/12/2018

Una historia en común, una amistad para toda la vida

Luis y Eduardo: historia de vida.

Jueves. Pilar. Es una mañana de primavera, nos esperan Luis y Eduardo, uno de Comodoro Rivadavia, otro de San Juan. Dos mil kilómetros de distancia, un destino que se entrelaza: una cirugía que les cambia la vida.

Ambos están alojados en la residencia Las Casuarinas, luego de haber sido trasplantados de hígado. A pesar de ser militares, no eran amigos, ni siquiera conocidos hasta que coincidieron en Buenos Aires y comenzaron una amistad, una amistad de esas que desde sus comienzos ya anuncian su continuidad en el tiempo. Esta es una historia de amistad pero también de vida, de lucha y de amor.

Hablan. Se miran. Se ríen. Desde estilos distintos, Eduardo con un tono más reservado, calmo, producto de su origen sanjuanino encuentra su complemento en la figura de Luis, un hombre del sur, que desde su estilo descontracturado y con mucho humor en sus labios nos van narrando todo lo que les fue ocurriendo en Buenos Aires. “Todo se lo debo a Antonia, mi mujer. Si no fuese por ella hoy no estaría acá. Para mí venir a Buenos Aires, era como ir a otro planeta”, así nos llegan las primeras palabras de Luis. Eduardo asiente con la mirada y agrega: “Isabel siempre está al pie del cañón. Ellas son el pilar fundamental de nuestra recuperación, nunca nos abandonaron, nunca nos dejaron solos, son las que más nos entienden”. Luis continúa y habla de sus hijos y nietos. Tampoco se olvida de alguien especial que lo aguarda en Comodoro: su papá de 94 años. “Quiero volver porque me está esperando”, lo dice con un nudo en la garganta.

La espera por un trasplante no es sencilla. Está teñida de dudas e incertidumbres. En estos momentos nada mejor que la experiencia del otro. El compartir, las palabras, las risas, las sobremesas, el ayudar al otro cuando se cae anímicamente, las lágrimas, un sinfín de sentimientos que irrumpen en una convivencia que sirve de combustible para atravesar situaciones desfavorables. Luis fue el primero que pasó por cirugía. Su experiencia fue un bálsamo para Eduardo, quien encontró respuestas y hasta salidas ocurrentes sobre lo que se vendría para él.

Lo que el destino une difícilmente se corta. Ellos bien saben que este vínculo, fortalecido por la adversidad, los encontrará juntos, más allá de donde estén, sean dos mil kilómetros o muchísimos más. Se ven en el futuro compartiendo una mesa con sus familias, en la Patagonia o San Juan, es solo un detalle. Cuando ya avizoraba una tarde calurosa y recogíamos promesas de asados futuros, resuenan las palabras de Eduardo “soy un agradecido de los médicos y de la obra social. Más allá del tratamiento, de los cuidados y todo lo que conlleva la recuperación lo más importante es tirar para adelante”.

Sus palabras nos quedan marcadas. Tirar para adelante significa proyectarse al futuro, fortalecer los vínculos y apoyarse en las amistades que son las elecciones que nos permite la vida en todas sus etapas y no dejan de sorprendernos.

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